jueves, 13 de septiembre de 2007

Homenaje

Pensé que duraría para siempre. No por nada, sino por la costumbre de verlo siempre ahí, sentado en su butaca. En Vallecas o en Moratalaz, era la viva imagen de la permanencia.
El tiempo le iba consumiendo, pero poco a poco, de modo imperceptible -como a todos. Y siempre que iba a verle lo encontraba ahí sentado. En abril se rompió la cadera. Salió bien la operación, pero no volvió andar: noventa y cuatro años pesan demasiado. Yo iba a verle y nada cambiaba, sólo que ahora era una silla de ruedas en vez de una butaca, y vivía en una residencia. Hablaba poco -en quince años sólo recuerdo que le interesaran tres cosas : cómo está tu hermano, que tal va la casa de León y cuando te vas a Toledo. Ahora se encuentra postrado en una cama. Pesa treinta y cinco kilos y sigue luchando. Rodeado de su familia. Sin una queja. Sin un rictus. Con la calma de quién sabe que ha perdido la batalla.
Es mi abuelo y se llama Basialiano; se está muriendo. A él toda mi admiración, mi agradecimiento y mi cariño.

PD. Ruego a mis amigos una oración por su alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recibe todo mi apoyo y no lo olvides: los abuelos nunca mueren, permanecen en nuestra memoria indelebles, están fundidos con nuestra infancia, continúan alimentando nuestras raices